Había sido solo una vez.
Sam ya llevaba una semana en Palo Alto y John no lo asimilaba tan bien como decía. Bebía más de la cuenta -y eso para un Winchester, era bastante -y parecía haber olvidado momentáneamente cualquier cacería que estuviera a más de quince kilómetros del motel en donde alojaban.
Todo había comenzado en el Impala.
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